VICE-RECTORADO ACADÉMICO
DECANATO DE INVESTIGACIÓN Y POST-GRADO
MAESTRÍA EN EDUCACIÒN SUPERIOR
MENCIÒN DOCENCIA UNIVERSITARIA
CABUDARE ESTADO LARA
"FORMACIÓN DOCENTE Y DESARROLLO ÉTICO"
"FORMACIÓN DOCENTE Y DESARROLLO ÉTICO"
Aular
F,
Darcy N, 7581838
Tutor:
MSc.: José Luis Parra
Materia: Técnicas Grupales y Comunicacionales
Cabudare,
04 de Mayo de 2013.
Resumen
Este texto es el resultado de una revisión
bibliográfica que expone el desarrollo ético en la formación docente en la
época global. Se concibe que la dimensión ética, instituya un eje temático
capaz de conducir y sustentar la configuración y la revitalización de la
reflexión en el contexto de la formación docente. Los derivaciones de la
investigación afirman a la dimensión ética como un eje de reflexión capaz de
contribuir en la formación de profesores críticos, reflexivos y autónomos,
capaces de mirar más allá de los límites objetivos del enseñar y realimentar la
dimensión subjetiva, lo que permite la superación del estoicismo, desencanto,
cansancio y desgaste que la tarea de enseñar y aprehender ha soportado diariamente.
Palabras clave: autonomía docente, época global, ética, formación
docente, moral.
Introducción
Actualmente la formación docente,
se caracteriza por capacitaciones específicas, erráticas y relativamente
descontextualizadas, es decir, tienen poca conexión con las transformaciones de
orden global y el impacto a corto y mediano plazo en las disposiciones locales.
Las reformas educativas en Venezuela y el resto de la América Latina nos
enfrentan con la innovación del pensamiento, como lo menciona Gimeno Sacristán
(2002), al exponer que los cambios en el papel de la estructuración de la
sociedad, el trabajo, la cultura y el sujeto, tienen importantes proyecciones
para la educación.
El presente documento, esboza la
importancia de la dimensión ética en la formación del profesorado, estructurado
con un primer apartado sobre los desafíos de la época global, partiendo de la
premisa que los valores éticos son, y serán, un reto a la formación académica,
que vive la educación de la sociedad del conocimiento, no solo en estos países
clasificados como subdesarrollados sino, a nivel mundial. En la segunda parte
se aborda la autonomía, como pieza imprescindible de la formación docente, con
el firme convencimiento que siempre deben estar equiparadas la autonomía y la dimensión ética en el profesorado.
En un tercer aparado se
conceptualiza el desarrollo ético en la formación docente, sin plasmar una
definición acabada, sino más bien, se presenta un planteamiento para guiar
hacia la reflexión; dejando siempre la inquietud de seguir profundizando en
este tipo de contenidos. Se tocan levemente también, las etapas del desarrollo
moral, plasmadas por Köhlberg.
El cuarto apartado, de este ensayo,
ubica el desarrollo ético, en el cambio de época que vive la sociedad: la
globalización, ya que la era de la sociedad informacional por sí misma, nos
presenta grandes necesidades de priorizar la dimensión ética. Finalmente se
anotan algunas conclusiones o recomendaciones, con plena conciencia de que solo
es una tentativa de abordar la formación docente y el desarrollo ético en
Venezuela y toda Latinoamérica.
I.
Desafíos Educativos en la Época Global
La información que hoy tenemos como
verídica, mañana estará en duda, puesto que la globalidad como forma de
considerar las actividades actuales mediante una visión, es cada día más
cuestionable. La globalización entendida como visión global, nos refiere a que
no existe al parecer, una definición precisa y aceptada de globalización. Las
economías en la globalidad, plantean retos a la enseñanza de los conocimientos
y destrezas que han de aprender las generaciones futuras y la creación de
estructuras y modelos de organización del trabajo docente, donde la formación
del profesorado exige el desarrollo ético. De allí las siguientes
problematizaciones:
¿Cómo debe ser la dimensión ética de
la formación del profesorado, al observarse como un desafío de la modernidad
contemporánea? ¿Cómo el profesor, desarrolla y mantiene vigentes los principios
éticos sin descuidar su autonomía? y ¿Cómo se da el proceso de transferencia
para llevar a la práctica docente, la dimensión ética de la formación académica
en la época global?
Lograr el objetivo de la
flexibilidad sin tener en cuenta sus diversos significados para las distintas
clases sociales y razas presentes en el conjunto de la fuerza de trabajo y sin
pensar sus consecuencias sobre el desempleo, el subempleo y el empleo de bajo
nivel a los que se asigna a muchos trabajadores, supone hacerlo de manera
selectiva y acrítica, para que beneficie a algunos grupos sociales y a sus
intereses más que a otros (Hargreaves, 1996).
Hargreaves (1996), incluye algunos
principios en el contexto de la reestructuración y más en general, del
perfeccionamiento de la educación en base a la cultura de la colaboración:
• Apoyo moral : se presenta la
dimensión ética en la colaboración, para permitir que los aspectos vulnerables
salgan a la luz y se pongan en común, ayudando a superar fracasos y
frustraciones de los docentes, que acompañando los cambios en las primeras
etapas que, en otro caso, los sofocarían e impedirían.
• Aumento de la eficiencia: eliminar
las duplicaciones y redundancias entre profesores y asignaturas.
• Mejora de la eficacia: mejorar la
calidad del aprendizaje de los alumnos al elevar la calidad de la enseñanza de
los profesores, en una mayor diversidad de estrategias docentes.
• Reducción del exceso de trabajo:
compartir las cargas académicas y presiones que se derivan de una demanda de
trabajo intensificado y del cambio acelerado.
• Perspectivas temporales
sincronizadas: reducir las diferencias en la perspectiva de la administración y
el profesorado, creando intereses comunes y realistas con respecto a las líneas
de desarrollo temporal de cambio y de implementación.
• Certeza situada: crear una
confianza profesional colectiva que ayude a los profesores a resistir la
tendencia a depender de ciertas habilidades científicas sobre la eficacia
docente y de las instituciones.
• Asertividad política: fortalecer
la confianza para adoptar innovaciones procedentes del exterior, la prudencia
necesaria para retirar su adopción, y la fortaleza moral para oponerse a ellas.
• Mayor capacidad de reflexión:
constituir en el diálogo y la acción una fuente de retroalimentación y
comparación que estimule a los profesores a reflexionar sobre la propia
práctica.
• Capacidad de respuesta de la
organización: reunir conocimiento, pericia y capacidad del profesorado para
responder con diligencia a los cambios, limitaciones y oportunidades del
entorno, examinar de manera proactiva el ambiente, en relación con los cambios
por venir y descubrir las oportunidades que pueda ofrecer.
• Oportunidades por aprender:
incrementar las ocasiones que los profesores aprenden unos de otros, entre
aulas, entre departamentos y entre escuelas.
• Perfeccionamiento continuo:
estimular a los profesores a no contemplar el cambio como una tarea que
terminar, sino como un proceso sin fin de perfeccionamiento continuo, en una
búsqueda asintótica de la máxima excelencia, y de nuevas soluciones a los
problemas que surgen con mayor rapidez cada vez.
López (2003) acota que los caminos
que conducen a la identidad de la profesión académica, pasan necesariamente por
un debate de la dimensión ética: al menos en dos ejes centrales, que
transversalmente cruzan todo el espectro de los profesionales de este campo:
primero la naturaleza de la relación entre docentes y estudiantes supera el
plano de lo técnico, incluso en aquellas disciplinas que por las
características de sus contenidos pudiera pensarse que son excepcionales, sin
serlo; segundo se trata de una profesión que posee una natural intencionalidad
de intervenir entre seres humanos e influye en la constitución del humanismo de
los integrantes del grupo escolar, dependiendo de sus convicciones y las
prácticas en la institución educativa.
II.
Formación y Autonomía Docente
El proceso permanente de
adquisición, estructuración y reestructuración de conocimientos, habilidades y
valores para el desempeño de una determinada función, en este caso el trabajo
que realiza el profesorado, podemos entenderlo como: formación.
La institución educativa, donde el
docente inicia sus actividades académicas, se constituye inmediatamente en la
institución formadora del docente, modelando la forma de pensar, percibir y
actuar, garantizando la regularidad de las prácticas y su continuidad a través
del tiempo. De aquí la importancia de la formación permanente del profesorado,
que se lleva a cabo en servicio, a lo largo de toda la carrera, de toda la
práctica docente, ya que toma a esa misma experiencia como eje formativo
estructurante (Lella, 1999).
Contreras
(1997) por su parte anota que un conjunto de cualidades conforman algunas
dimensiones del quehacer docente, en las que se definen aspiraciones respecto a
la forma de concebir y vivir la actividad, así como de dar contenido concreto a
la enseñanza: obligación moral, autonomía profesional, compromiso con la
comunidad y competencia profesional.
- La obligación moral
Surge como uno de los principales
compromisos, el quehacer ético que implica la práctica docente, situándose por
encima de cualquier obligación contractual que pueda establecerse en la
definición del empleo. La finalidad de la educación incorpora la noción de
persona humana libre, lo cual es simultáneamente, un logro al que se aspira y
un status moral, bajo el que se realiza la práctica educativa.
El docente en su relación con los
estudiantes, al generar una influencia, decide o asume el grado de
identificación o de compromiso con las prácticas educativas, que desarrolla y
los niveles de transformación de la realidad ante la que se enfrenta; esta
dimensión moral sobre el trabajo lleva implícita la autonomía.
- La autonomía profesional
La demanda de los docentes para
conseguir mayores cotas de independencia en sus decisiones, menos control
burocrático por parte de la administración, puede ser interpretada como
autonomía docente, pero también, y casi con los mismos argumentos puede usarse
para reclamar una menor intervención de las familias y de las sociedades en
general, en un asunto que deben resolver los profesionales de la educación.
La formación docente que se
requiere, estaría en conexión con los movimientos sociales, además de
profesionales, que aspiran a la democratización de la sociedad. Bajo esta
perspectiva, la autonomía profesional del profesorado permanecería entendida
como proceso progresivo de emancipación; sin desconectarse de la autonomía
social, esto es, de las aspiraciones de las comunidades sociales por crear sus
propios procesos de participación y decisión.
3. El compromiso con la comunidad
El desarrollo ético no es un hecho
aislado, sino un fenómeno social producto de nuestra vida en comunidad, en la
que hay que resolver problemas que afectan a la vida de las personas y a su
desarrollo. La educación no es un problema de la vida privada de los
profesores, sino una ocupación socialmente encomendada y que lo responsabiliza
públicamente. Aquí, se plantea el conflicto entre la autonomía del docente y su
responsabilidad ante la sociedad.
4. La competencia profesional
Es un dominio de conocimientos,
habilidades y técnicas articuladas desde la conciencia del sentido y de las
consecuencias de la propia práctica docente. La competencia profesional es una
dimensión necesaria para el desarrollo del conocimiento ético y social, porque
proporciona os recursos que la hacen posible; pero es a la vez la consecuencia
de estos compromisos, puesto que se alimenta de las experiencias en las que
deben afrontarse situaciones dilemáticas y conflictos, en los que están en
juego el sentido educativo y las consecuencias de la práctica escolar.
III. Desarrollo Ético en la
Formación Docente
Abordar el tema de la formación del
personal académico, nos conduce a buscar una nueva sensibilidad, surgida de la
banalidad y el comentario nihilista en que están encerrados el arte, la
política, el amor, el pensamiento, la ética y la religión.
La configuración del Ethos
profesional, como compás moral del docente, se configura de tres elementos
vitales; primero la eticidad internalizada o sustancia ética, segundo, la
motivación o manera en que la gente se siente invitada o incitada a reconocer
sus obligaciones morales, y tercero, la relación consigo mismo, donde se
distinguen los medios por los cuales el individuo, se transforma a sí mismo en
sujeto ético y por otro el ciudadano que aspira a ser (Yurén, et. al, 2002).
Köhlberg (1981), plantea que el
desarrollo moral, va vinculado al desarrollo psicológico de la persona, lo que
significa que sin desarrollo psicológico no hay desarrollo moral.
El nivel pre convencional, es un
nivel en el cual las normas son una realidad externa que se respetan sólo
atendiendo las consecuencias de premio o de castigo, acorde al poder de quienes
las establecen. Este nivel integra a los dos siguientes estadios.
Primero; obediencia y miedo al
castigo, no hay autonomía sino heteronomía; agentes externos determinan qué hay
que hacer y qué no; es el estadio propio de la infancia, pero hay adultos que
siguen toda su vida en él, así como por ejemplo, el delincuente que sólo el
miedo lo frena. Segundo, el estadio en el cual se asumen las normas, si
favorecen los propios intereses; considerando correcto que los otros también
persigan los suyos; las normas son como las reglas de los juegos; se cumplen
por egoísmo, es un estadio propio del niño y de las personas adultas que
afirman: “te respecto si me respetas”, “haz lo que quieras mientras no me
molestes”.
En el nivel convencional, las
personas viven identificadas con el grupo, se quiere responder favorablemente
en las expectativas que los otros tienen del individuo; se identifica como
bueno o malo aquello que la sociedad así lo considera. Este nivel integra los
estadios tercero y cuarto. En el tercero o de expectativas interpersonales, nos
mueve el deseo de agradar, de ser aceptados y queridos, hacer lo correcto
significa cumplir las expectativas de les personas próximas a uno mismo, es un
estadio que se da en la adolescencia pero son muchos los adultos que se quedan
en él, son seres que quieren hacerse amar, pero que se dejan llevar por el
prójimo, los valores del grupo, las modas, lo que dicen los medios de
comunicación.
En el cuarto estadio, o de normas
sociales establecidas, el individuo es leal con las instituciones sociales
vigentes; para él, hacer lo correcto es cumplir las normas socialmente
establecidas para proporcionar un bien común, aquí comienza la autonomía moral,
se cumplen las normas por responsabilidad, se tiene conciencia de los intereses
generales de la sociedad y éstos despiertan un compromiso personal, constituye
la edad adulta de la moral y se suele llegar bien superada la adolescencia.
Köhlberg, considera que éste es el estadio en el cual se encuentra la mayoría
poblacional.
El nivel post convencional, es de
comprensión y aceptación de los principios morales generales que inspiran las
normas, los principios racionalmente escogidos pesan más que las normas, lo
componen el estadio quinto y sexto. En el quinto estadio de derechos
prioritarios y contrato social, se presenta la apertura al mundo, se reconoce
que además de la propia familia, grupo y país, todos los seres humanos tienen
el derecho a la vida y a la libertad, derechos que están por encima de todas las
instituciones sociales o convenciones; En el sexto estadio, se toma conciencia
que hay principios éticos universales que se han de seguir, y tienen prioridad
sobre las obligaciones legales e institucionales convencionales, se obra con
arreglo a estos principios porque, como ser racional, se ha captado la validez
y se siente comprometido a seguirlos; en este estadio impera la regla de oro de
la moralidad: "hacer al otro lo que quiero para mí".
IV. Ética de la Formación Docente en
la Época Global
En la era de la sociedad del
conocimiento, donde la tecnología está presente en todos los requerimientos
sociales y por ende del sistema educativo, la formación docente no es
únicamente la acumulación incesante de competencias, o la articulación de
éstas, sino que requiere de cambios profundos en el sistema dispocisional en su
conjunto.
La formación del personal académico,
se configura en una dimensión ético-política, que frecuentemente ha sido
ignorada, por quienes conducen actualmente los destinos administrativos de las
instituciones educativas, y por consiguiente también ignorada en los programas
de formación y actualización docente.
En la autoformación, el individuo
construye de manera consciente y deliberada su propia trayectoria, y con ello,
contribuye a forjar una identidad para sí y una dimensión moral autónoma,
prudencial y autorregulada. No es una relación causa efecto, sino más bien una
correlación, que se establece al observar que: en la medida en que el sujeto
tiene un Ethos más autónomo tiende a hacerse cargo de su propia formación
(Yuren, et al, 2002).
El éxito o fracaso de la
globalización, no está en adaptarse sin más a las situaciones nuevas, lo que
conllevaría todo un proceso incierto de aprender nuevas competencias, sino
insistir en que el sentido del cambio tiene una dimensión ética y otra
intelectual: cambiar las vidas de los estudiantes requiere preocupación,
compromiso y pasión, tanto como saber intelectual (Fullan, 2002).
La cultura docente tanto en la
dimensión académica como ética, es la base de la profesionalidad de los
profesores que subyacen en las preferencias, actitudes y convicciones que
permanentemente se ponen en juego en la relación educativa.
La dimensión ética de la profesión
académica en la época global, plantea un modelo de profesor pluridimensional,
que interrelacione la ciencia, la tecnología y la sociedad, haciéndolas
portadoras de una cultura integral, que revitalice los valores humanos. Un
diseño curricular que parta de un sistema de valores profesionales, integrándolos
al aprendizaje de manera intencionada y consciente, destacando en el contenido
el valor como un componente a desarrollar. La profesionalización del docente en
el tercer milenio, tiene como uno de sus deberes morales, ser una persona
competente y con capacidades intelectuales que le proporcionen sabiduría para
realizar su práctica cotidiana.
En la globalización la autonomía del
docente, deberá ser entendida como un proceso continuo de descubrimiento y de
transformación, de las diferencias entre la práctica docente cotidiana y las
aspiraciones sociales y educativas de una enseñanza escolar, guiada por los
valores de la igualdad, la justicia y la democracia. Se debe andar un sendero
de comprensión, de los factores que dificultan la transformación de las
condiciones sociales e institucionales de la enseñanza, así como las de la
propia conciencia del docente, sobre la importancia del Ethos profesional.
El desarrollo ético en la formación
docente, inscribe el significado valorativo de los conocimientos, habilidades y
capacidades, del mismo modo que la reflexión del profesor sobre el valor
educativo de las acciones en el proceso a través de métodos y técnicas que
propicien la participación, la comunicación, las relaciones interpersonales y
la autorregulación.
El personal académico que hoy ejerce
en los niveles medio superior y superior, está encaminado hacia un desarrollo
pedagógico, que le permite actuar a través del valor ético del ejemplo y una
vinculación entre la actividad académica, la laboral y la investigación en el
proceso de formación del profesorado.
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